El 10 de julio de 1856 nacía Nikola Tesla, inventor, ingeniero, mecánico e ingeniero eléctrico y uno de los promotores más importantes del nacimiento de la electricidad comercial. Se le conoce sobre todo por sus numerosas y revolucionarias invenciones en el campo del electromagnetismo, desarrolladas a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. En el Teatro de la Electricidad que ofrece el Museo de las Ciencias, es posible ver el funcionamiento de uno de los inventos de este visionario, la Bobina de Tesla.

Fue creada originalmente para hacer realidad una de las obsesiones de Nikola Tesla: transmitir corrientes eléctricas sin utilizar cables. Desgraciadamente nunca lo consiguió. Actualmente se usa para generar las elevadas tensiones necesarias para producir arcos eléctricos de más de 1 metro.

La Bobina de Tesla se encuentra en este caso dentro de una jaula que protege al público de los arcos eléctricos y al ser metálica, es buena conductora de electricidad. Cuando el arco eléctrico choca contra la jaula, las cargas fluyen por un cable hasta la tierra que hay debajo del Museo, y allí se disipan. Aunque no los vemos, la jaula también protege de los poderosos campos electromagnéticos creados por el Tesla, estos son capaces de encender tubos fluorescentes a más de 15 metros.

Cuando se produce un rayo, el aire se calienta en una fracción de segundo hasta unos 28.000 °C una temperatura que es cinco veces la de la superficie del Sol. El rápido calentamiento hace que el aire literalmente explote produciendo una onda expansiva: el trueno. Los rayos de la Bobina de Tesla se generan mediante el mismo proceso. El público puede ver el arco eléctrico, escuchar el atronador sonido y percibir el característico olor a ozono, ¿no te recuerda a algo ese olor? Sí, a una tormenta.